viernes, 25 de mayo de 2012

One day I'll fly away.





Tenía ganas de sentarse en la acera y ponerse a llorar. Como cuando a uno se le olvidaron las llaves de su casa  y permanece durante media hora o una hora sin que nadie aparezca, ningún vecino, nadie. Y está uno allí, a la puerta, deseando como nunca la cama y la tranquilidad del libro conocido y la luz conocida. Y está uno cerca, pero no puede llegar, y recuerda dónde están los interruptores y el hueco que se forma en la almohada después de haber dormido, y la leve mancha de humedad del techo, y cómo dejó sobre la mesa el paquete de cigarrillos empezado. Y no puede llegar a todo eso, de lo que sólo una puerta lo separa. No tiene la llave, se ha olvidado la llave. O se ha perdido la llave. Y es preciso que otro venga a abrirnos. Y no viene. Y le anhelamos esperando contra casi toda esperanza, en medio de la noche tan grande. Y no viene. Y quizá no venga nunca.

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